¿Jalar o Empujar? El problema con las puertas (y muchos otros objetos cotidianos)



Hace poco terminé de leer el libro “La psicología de los objetos cotidianos”, y tocó uno de los puntos que más me han llamado la atención desde que inicié la universidad, las: puertas de Norman.
Antes de continuar, ¿qué es eso? Una puerta de Norman es cualquier puerta que resulta difícil de operar, de modo que casi nadie sabe cómo manejarla. Por lo general, incluyen instrucciones como "jale" o "empuje".
¿Por qué es importante que una puerta sea fácil de usar? Pensemos en su función básica: abrir y cerrar. ¿Cómo algo tan simple puede ser complicado? La respuesta está en una palabra: diseño.
Las principales causas de un mal diseño de puertas
1. Simetría:
A los diseñadores les encanta que las puertas sean simétricas, lo que puede funcionar en aquellas que se empujan desde ambos lados. Sin embargo, muchas puertas no permiten ambas acciones.
Por ejemplo, las puertas con manijas requieren jalar para entrar, pero empujar para salir. Este diseño genera confusión porque las acciones opuestas no siempre son intuitivas. ¿Quién recuerda cómo abrir cada puerta que encuentra?
2. Falta de indicadores visuales o táctiles claros:
Muchas puertas carecen de pistas que indiquen cómo usarlas. Una puerta que se empuja debería tener una superficie plana, mientras que una con tirador invita a jalar.
Cuando los elementos no coinciden con la acción esperada, aumenta la confusión.
3. Indicaciones escritas contradictorias:
Cada vez que ves un letrero de “jale” o “empuje”, probablemente te enfrentas a una puerta mal diseñada. Un buen diseño no necesita instrucciones escritas.
Peor aún, algunas puertas son contradictorias: muestran un tirador junto a un letrero que dice “empuje”. ¿A qué le harías caso?
4. Complejidad innecesaria:
Algunos diseñadores buscan ser innovadores, pero terminan sacrificando la funcionalidad. Introducir mecanismos inusuales, como girar manijas innecesarias, puede frustrar al usuario.
Esto afecta especialmente a personas con movilidad reducida o en situaciones de emergencia.
¿Cómo sería una puerta bien diseñada?
1. Diseño intuitivo:
Una buena puerta no necesita instrucciones. Debe comunicar su uso mediante su forma y diseño. Por ejemplo, una puerta que se empuja podría tener una superficie plana y sin tiradores.
2. Indicadores visuales claros:
Si es necesario indicar su uso, es mejor hacerlo con señales visuales. Por ejemplo, usar una flecha sutil para empujar o un tirador ergonómico para jalar.
3. Diseño asimétrico cuando sea necesario:
La asimetría puede ayudar a distinguir el frente del reverso. Diferencias en texturas, colores o materiales pueden hacer que una puerta sea funcional y estética.
4. Simplicidad y ergonomía:
Una puerta bien diseñada debe ser accesible para cualquier persona, desde niños hasta adultos mayores. Esto incluye una altura adecuada, peso manejable y facilidad de uso sin movimientos complicados.
Construir una buena puerta no se trata solo de estética o costo. Se trata de priorizar la experiencia del usuario. Aunque hablamos de puertas, estas reflexiones aplican a muchos objetos cotidianos.
Ahora que lo sabes, ¡ve y juzga todas las puertas que encuentres!
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